¿Solo palabras?
Vivimos en la total inconsciencia de la fuerza que suponen las palabras. Las palabras agreden constantemente sin que le demos importancia. Son capaces de generar un campo de malestar en el que nos vemos envueltos. Las palabras negativas se oyen constantemente y las que llaman la atención, por ofensivas, son las que proclaman amabilidad y compasión. Podemos asomarnos a casi cualquier grupo de las redes sociales, para comprobar lo aceptada que es cualquier queja vacía o cualquier insulto. Mientras que promover los afectos positivos es, poco menos que, de ñoños.
Puede que uses lenguaje duro no sólo hacia afuera, también hacia dentro. En tu pantalla mental, en el incesante diálogo interno, hay multitud de palabras que te generan una reacción poco favorable.