Despertar a la emoción.
Día 10
Las emociones nacen para ser sentidas. No significa cambiar nuestro temperamento, ni nuestros sentimientos. No es un cambio radical de personalidad, ni un abandono de nuestra vida cotidiana. Despertar a la emoción es una apertura de corazón, algo que resulta invisible en apariencia pero asombrosamente transformador.
Me gusta este extracto de Jack Kornfield, un autor budista porque acerca bastante a la transformación que se produce.
“ Si mi vida era como un pequeño garaje lleno, donde no dejaba de chocarme con todos los muebles y criticarme por ello. Ahora es como si me hubiera mudado a un amplísimo hangar y hubiera dejado las puertas abiertas. Tengo los mismos viejos muebles, pero no me limitan como antes. Yo soy el mismo, sin embargo estoy libre para moverme, incluso volar”.
Nuestra educación está llena de errores sobre las emociones. Nos enseñan a temer las que son contractivas y a no mostrar las expansivas. No sentir demasiado, no mostrar a los demás, no enfadarse, no ilusionarse porque más tarde puedes caerte de la ilusión. “Aquí no pasa nada y eso no tiene importancia”. Mirar hacia otro lado, cubriéndonos con una aparente decencia aséptica.
Hay que dejar muy claro lo siguiente: Sentir la emoción es totalmente diferente a llevarla a la acción. Podemos experimentar la emoción y toda la gama de sentimientos tal como vienen sin que nos enrede el automático.
Soy una persona que siente el enfado. No soy una persona enfadada.
Así como en el símil del garaje y el hangar, un corazón amplio puede acoger, sostener y contener todo, porque nada es despreciable. La aceptación lo transforma.
Puede que seas más racional o más emocional y así es pero hay que comprender que podemos caminar mejor sobre las dos piernas. Ir siempre a pata coja es, cuando menos, poco práctico.Tal vez por miedo a que te desborden o por asociarlas a debilidad, ñoñería o infantilidad, trates de no ver la parte emocional. Cuando es así, la energía emocional encuentra su salida. Puede que de forma brusca o descontrolada, tal vez sigilosa y dañinamente o en forma de densa insatisfacción generalizada.
En esta jornada, observa cómo te llevas con tus emociones. Sé consciente de cómo las recibes. Presta atención y no las juzgues como buenas o malas.
Dales permiso, siéntelas, acoge su mensaje. Recíbelas por la puerta delantera para que no entren como ladrones (de energía), sin que te des cuenta.
¿Cuándo surgen? ¿Cuáles son? ¿Qué pensamientos las acompañan? ¿Donde las sientes?
Detente y siéntelas. Simplemente son.
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