Reorientarse
Día 32
Cogemos el coche y usamos el navegador para ir a una dirección que no conocemos. Nos confundimos, llegamos a una calle sin salida y el navegador nos redirige. Recalcula el camino a seguir desde ese punto en que nos hemos perdido, para llegar hasta donde necesitamos. El navegador no gasta energía en lamentarse de la confusión y el coche no se queda acelerando o derrapando sin sentido en el punto ciego donde se detuvo. Usa el combustible para continuar hacia destino, por otro trayecto.
Cada día ocurren cosas que no hubiéramos incluido en nuestra agenda. No hay leche para el desayuno, la caldera se estropea, hay un atasco en la carretera, discutimos con la vecina, nuestra hija se olvidó un libro en casa, resbalamos en la calle o comienza a llover torrencialmente cuando no llevamos paraguas. Pequeñeces insignificantes de lo cotidiano, que no van a significar absolutamente nada en la totalidad de nuestra existencia.
Sin embargo, el automático que surge, la reacción, suele ser la queja. Hay una inclinación inconsciente (que se convierte en social) hacia el lamento. Podemos ser absorbidos por un descontento y un disgusto intenso, incluso cuando ya terminó el atasco o nos levantamos del resbalón sin ningún daño. Creemos que mediante la queja soltamos ese enfado que nos causa.
¡Ojo!, quejarse no es lo mismo que reconocer lo que ocurre. Podemos estar en un atasco y así es, sin embargo la queja es caer en ese pozo resentido desde el que no se ve salida. La queja nos chuta en sangre la química tóxica que esa situación nos provoca, haciendo que los efectos duren mucho más que la situación en sí. La queja es estéril, no aporta, no da luz, ni solución y además es contagiosa.
Cuando una persona acostumbra a quejarse, va buscando inconscientemente ese chute químico que le produce el disgusto. Somos adictos emocionales y la mente aprende a ver aquello que necesita. La mente quejosa necesita contrariedades.
La vida se convierte en aquello que elegimos. Ser conscientes de que esas pequeñeces pueden empañar un día. El automatismo y la costumbre de la mente hará lo mismo con una semana, un mes o toda la vida. Desde el darse cuenta, podemos reorientar la queja hacia otra forma de ver.
En el día de hoy elige una actitud mental positiva. Cuando te descubras en la queja, se consciente de ella, para desactivarla.
Puedes usar palabras que te ayuden a interpretar los hechos de una manera más abierta: ¿Fracaso o lección?, ¿Problema o reto?, ¿Inalcanzable o poco probable?, ¿Desastre o contrariedad?, ¿Decepción o aprendizaje?, ¿Inaceptable o no cumple las expectativas?
Reoriéntate. Acepta lo que hay y usa tu energía para lo que realmente te nutre. Acostumbrando así tu organismo a una química beneficiosa para ti.
«La vida es más sencilla si disfrutamos de lo que tenemos, en vez de lamentarnos por lo que no tenemos.“
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