Paciencia
Día 33
En la sociedad actual, donde la prisa impera y todo tiene que estar para ayer, es verdaderamente útil practicar esta forma de sabiduría. Esperar en la calma a que llegue el momento, a que hierba el agua, a que nazca el bebé, a que surja la planta de la semilla, a qué se produzcan nuevos hábitos tras realizar con constancia lo que aprendemos.
Cuando practicamos Mindfulness, también practicamos la paciencia hacia nosotros mismos. Pacientemente podemos observar lo que nos ocurre, especialmente si es difícil, con calma. La paciencia trae de la mano, compasión y amabilidad hacia uno mismo. Trae también respeto hacia el ritmo propio y el ajeno.
Tal vez tenemos guardado como un tesoro el recuerdo agradecido de esa persona que nos enseñó pacientemente a leer, a atarnos los cordones de los zapatos o a jugar a las cartas.
La impaciencia surge de la exigencia de querer cambiar las cosas en vez de aceptarlas tal y como son. Es la tendencia a apresurarnos hacia el siguiente instante, deseando que llegue otra cosa. Es un continuo perseguir la zanahoria que alejada de nosotros por un palo, siempre está fuera de nuestro alcance.
Paciencia con nosotros, con los otros y con la vida.
Una historia:
Un maestro se dirigió a su discípulo más joven e impaciente:-Tengo sed. ¿Puedes traerme un poco de agua de ese lago?
El discípulo fue hasta el lago, pero cuando llegó observó que un carro de bueyes comenzaba a atravesarlo y el agua, poco a poco, se volvía turbia.
-El agua de ese lago no se puede beber, será mejor que caminemos hasta el pueblo para que sus habitantes nos den de beber.
El maestro no respondió, ni se movió. Al cabo de un tiempo, le pidió que regresara al lago y le trajera agua. Éste, fue hasta el lago con un actitud furiosa, ya que no comprendía porqué tenía que volver, si el agua estaba fangosa y no se podía beber.
Al llegar, observó que el agua tenía buen aspecto y se veía cristalina. Así, recogió un poco y se la llevó.
-¿Qué has hecho para limpiar el agua? Preguntó el maestro.El discípulo no entendía la pregunta, él no había hecho nada, era evidente.
El maestro dijo: -Esperas y la dejas ser. De esta manera, el barro se asienta por sí solo y tienes agua limpia. ¡Tu mente también es así! Cuando se perturba, solo tienes que dejarla estar. Dale un poco de tiempo. No seas impaciente. Todo lo contrario, sé paciente. Encontrará el equilibrio por sí misma. No tienes que hacer ningún esfuerzo para calmarla. Todo pasará si no te aferras.
Presta atención, hoy, a tus impaciencias. Mira a ver si te muestras impaciente contigo, con las circunstancias o con los demás.
¿A qué se debe, en concreto, tu resistencia a que las cosas “sean como son”?
Cuando detectes en ti la impaciencia, observa la situación como si fuera una escena, fuera de ti. Deja que el lodo se asiente y el agua se aclare.
Recuerda que la mariposa, si no acepta su etapa de crisálida, nunca llegaría a ser lo que es.
Desde la atención y la observación, prueba a abonar hoy la semilla de tu paciencia. No como resignación pasiva, sino como profundo respeto a que la vida siga su curso…
Continúa explorándote. Ten paciencia con todo lo no resuelto en tu corazón. El amor es paciente y ama las preguntas en sí mismas.
Maribel dice
Gracias, este tengo que practicarlo hoy y seguido. Un abrazo un abrazo desde Panamá.
Generosa Lombardero dice
Pues estupendo, Maribel. Ya sabes que la práctica lleva a la maestría. Maestra de paciencia.¡A por ello! Un abracito desde Asturias, España.